LECTURAS: HECHOS 39:32-35; HEBREOS 12:12; SANTIAGO 5:13-16; EFESIOS 4:25-32; APOCALIPSIS 22:14.
NOTAS, COMENTARIOS Y REFLEXIONES: LA ORACION VIVIFICA, ES COMUNION CON EL ESPIRITU SANTO. Sanación completa : espíritu, alma, cuerpo y corazón.
La Palabra de Dios no divide al hombre en dos partes, sino en tres, espíritu, alma y cuerpo (1ª Tesalonicenses 5:23). Reconocer esta diferencia tiene gran importancia para la vida espiritual de un creyente, específicamente en lo que respecta a su madurez y a su servicio. El confundir lo espiritual con lo anímico (del alma) puede provocar que las cosas espirituales, que son las que tienen valor en la obra de Dios, jamás sean tocadas. Es preciso conocer y experimentar la división del alma y el espíritu para poder servir a Dios en el espíritu y ser así de utilidad para Dios (Hebreos 4:12).
En efecto, el ser humano tiene tres partes (lo mismo que el templo de Dios): el cuerpo, con que somos conscientes del mundo (el atrio); el alma, con que somos conscientes de nosotros mismos (el Lugar Santo); y el espíritu, con que somos conscientes de Dios (el Lugar Santísimo). El espíritu
El espíritu del hombre es el lugar en que establecemos toda comunicación con Dios. (Rom. 8:16; 1 Cor. 14:14). El espíritu (de quien ha sido regenerado) tiene tres funciones principales: conciencia, que discierne lo bueno y lo malo (1ª Cor. 5:3; 2ª Cor. 2:13), intuición, con la que se sabe y se sienten los movimientos del Espíritu Santo (Mr. 2:8; Jn. 11:33), y la comunión, con que se adora a Dios (Jn. 4:23; Rom. 1:9). Estas tres funciones están profundamente ligadas y operan coordinadas.
Antes de la caída, el espíritu del hombre era la parte más noble de todo su ser, y tanto el alma como el cuerpo le estaban sujetos. Por el espíritu, Adán percibía a Dios, y tenía comunión con él. Pero con la caída, el espíritu murió, perdió el control y la comunión con Dios, y comenzó a vivir por el alma. El espíritu del hombre quedó bajo el poder y la opresión del alma, hasta quedar fusionado con ella.
Con el milagro de la regeneración, Dios comienza a recuperar su lugar en el hombre, pues viene a habitar en su espíritu, ahora revivido. (Jn. 1:13; Tito 3:5; Rom. 8:16; 1ª Cor. 6:17). El propósito de Dios es que el espíritu recupere el gobierno sobre el alma, y a través de ésta, sobre el cuerpo.
La vida del cristiano necesita ser gobernada por el espíritu. De aquí surge una lucha entre el alma y el espíritu, y como en toda lucha, vencerá el que es más fuerte. Si es más fuerte el espíritu, y tiene control sobre el alma y el cuerpo, será un cristiano espiritual; si, por el contrario, el alma (aliada con los apetitos del cuerpo) es quien tiene el control, será un cristiano carnal.
Para que el cristiano logre la victoria, será necesario separar del todo el alma del espíritu. Hebreos 4:12 dice que la Palabra de Dios produce esta necesaria división. Luego, por medio de la operación de la cruz, el alma mengua, y por la operación del poder del Espíritu de Dios, el espíritu se fortalece.
Si no se produce la división del alma y el espíritu, los creyentes siguen fuertemente influenciados por el alma, y por ello siempre siguen objetivos entremezclados: algunas veces andando de acuerdo con la vida del espíritu, y otras de acuerdo con la vida natural.
Pero si esta separación se produce, el creyente será capaz de detectar inmediatamente cualquier intento del alma por tomar el control, y podrá rechazarla. Así, el espíritu podrá desarrollar su poder intuitivo de modo más agudo. Sólo después de haber experimentado esta separación pueden los cristianos entrar en posesión de un sentido genuino de pureza.
Los creyentes tienen que ver que todo lo que procede del alma no aprovecha (es carne) y que sólo el espíritu es el que da vida. (Jn. 6:63). Sólo cuando un hombre vive por el espíritu llega a ser espiritual. Como Dios es espíritu, toda obra de Dios es espiritual; y quienes sirven en ella deben hacerlo en el espíritu. La efectividad del cristiano dependerá de si ha tenido la experiencia de ser sumergido en el Espíritu Santo, tal como fue sumergido en el bautismo de agua.
Luego de este bautismo, el creyente puede ser introducido en la obra espiritual, en la batalla espiritual, en la oración espiritual. Sus sentidos espirituales han sido despertados y ahora puede experimentar el poder del Espíritu Santo.
El hombre interior también es fortalecido en la lucha contra Satanás. Y es necesario vencerlo permanentemente en todo lugar. Antes de que él asalte al cristiano en el hombre interior para oprimirlo o bloquearlo, es necesario salir y atacarlo. La mejor defensa es el ataque. Asimismo, todas sus obras de engaño, opresión, de quebrantamiento deben ser deshechas en todo lugar, para así ver la gloria de Dios.
El espíritu del creyente debe permanecer siempre activo, colaborando con Dios, recibiendo revelación, orando en el espíritu, escudriñando las Escrituras, meditando en las obras de Dios.
Un siervo de Dios tiene que estar ejercitado en reconocer la voz del espíritu y distinguirla de las voces del alma o de los espíritus malignos. Así como conoce el «yo» (alma), debería conocer cómo funciona y qué leyes tiene el espíritu. Así entendería que la vida del espíritu no es ocasional, ni tampoco oscilante (como las mareas del mar), sino estable, apacible y abundante (como un río).
El alma
El alma, ubicada entre el espíritu y el cuerpo, es la sede de la personalidad del hombre (Dios lo creó un «alma viviente»). El alma es un reducto inalienable, el cual ni siquiera Dios puede violar. Allí en el alma el hombre tiene todo el poder de decisión.
Cuando Dios creó al hombre, quiso que su espíritu fuera como un amo, el alma como un mayordomo y el cuerpo como un criado. El amo encarga asuntos al mayordomo, quien a su vez ordena al criado que los lleve a cabo. Sin embargo, con la caída, el alma se erigió en amo, y el espíritu se adormeció. Se rompió la comunión con Dios. Un hombre sin Dios tiene, normalmente, en función sólo el alma y el cuerpo. En cambio, uno que ha nacido de nuevo puede volver al diseño original de Dios: espíritu, alma y cuerpo.
El alma tiene que dejar de ser amo y volver a ser mayordomo, porque hay el peligro de que el espíritu quede oprimido (es el caso de los que son «niños en Cristo»). El alma también puede retroceder a ser esclava del cuerpo, en la inmundicia, lascivia, etc., o ser influenciada por el poder de las tinieblas, sea con la sabiduría terrenal, o con visiones y sensaciones sobrenaturales que la estimulan.Funciones del alma
a) Emociones. Este ámbito abarca los afectos, los deseos y sentimientos.
Afectos. Cuando el cristiano se consagra es relativamente fácil entregar su tiempo, dinero, poder, etc., pero el ofrecer sus afectos es muy difícil. Pero si no ofrece sus afectos no ha ofrecido nada. Dios exige amor absoluto de sus hijos, es decir, con todo el corazón, alma y mente. El amor hacia los suyos es el más grande rival del amor a Dios en el corazón del creyente. El Señor no sólo espera que el cristiano trabaje para él, sino, sobre todo, que le ame.
Deseos. Los deseos del alma se centran en el «yo», para su deleite y exaltación. Estos son quitados por la operación de la cruz. Y entonces ya no hay ansiedad por alcanzarlos; hay reposo. No hay frustración, porque ya nada se desea sino a Dios. Los deseos sólo provocan inquietud y afán, y nunca serán enteramente satisfechos. Cuando el cristiano está satisfecho con lo que Dios le da, tiene reposo. La vida espiritual es una vida satisfecha en Dios.
Los sentimientos son un camino con muchos altibajos. Cuando están en la cúspide, el creyente piensa que está en su estado óptimo, que es espiritual; y cuando, por el contrario, se siente frío y seco, piensa que es anímico y carnal. Esto no es así: en ambos casos, es un cristiano anímico y anda por sentimientos.
¿Por qué Dios concede sentimientos de felicidad y luego los retira? Para que el creyente se conozca en toda su fragilidad e inestabilidad, y para que, dominando sus sentimientos, pueda dominar el ambiente. Él quiere que el creyente le sirva, ya sea que esté feliz o que esté triste. También retira esos sentimientos para que el creyente entrene su voluntad. La vida de fe puede ser llamada la vida de la voluntad, puesto que la fe no se ve afectada por aquello que se siente.
Un creyente emocional es inútil en las manos de Dios. Sólo apegando la voluntad a la de Él, se halla perfecto reposo.
b) La mente. La mente es el instrumento de nuestros pensamientos. Por medio de la mente el hombre conoce, piensa, imagina, recuerda y entiende.La mente del hombre es una gran fortaleza; es motivo de orgullo y es la causa del progreso de la civilización; sin embargo, espiritualmente es un gran peligro, pues es un terreno especialmente susceptible para la acción de Satanás. El entendimiento es fácilmente cegado, y surgen argumentos y pensamientos contra el conocimiento de Dios. Mediante la mente, el hombre no puede conocer a Dios, antes bien, levanta fortalezas mentales que le han llevado a apartarse de Dios y aun a desafiar a Dios. Una mente reducida por Satanás es como una fortaleza que es necesario derribar. En el momento de la regeneración, la mente es traída a la obediencia a Cristo, pues «arrepentimiento» significa «cambio de mentalidad».
Sin embargo, aun en el creyente, la mente es el punto más vulnerable para la acción de Satanás. El nuevo creyente tiene un nuevo corazón, pero todavía arrastra una mente vieja. Muchas veces la mente se llena de pensamientos, imaginaciones, recuerdos, o ideas confusas de modo incontrolable. Su mente estuvo tan manipulada por Satanás en el pasado, que no puede dejar esos pensamientos a menos que su mente sea renovada.
Por eso, apenas convertido, el cristiano necesita de una profunda renovación de su mente. Ella debe ser ampliada y fortalecida. Dios quiere restaurar la mente para que pueda ser útil en las manos de Dios. El cristiano requiere de su mente para las cosas espirituales, pero una mente restituida al lugar que Dios le dio en el principio, es decir, sujeta al espíritu. La vida cristiana no es, como pudiera pensarse, una vida de puro corazón, sin entendimiento. Caer en ese extremo es fanatismo peligroso, pues puede llevar a cometer los más graves excesos y a sostener las más absurdas herejías.
El diablo puede poner pensamientos en la mente (como en Judas) o quitar pensamientos; de hecho, el diablo quita la palabra sembrada en el corazón para que las gentes no crean y se salven (Mt. 13:19). Con todo, él no tiene soberanía sobre ella, a menos que el cristiano, consciente o inconscientemente se lo permita, cediéndole terreno.
¿Cómo se le cede terreno a Satanás en la mente? Primero, con una mente que acaricia el pecado. Segundo, con una incorrecta comprensión de la verdad de Dios. Tercero, buscando las predicciones (horóscopos). Si un creyente busca conocer el futuro, le vendrá aquello que cree, porque los demonios hallarán terreno para provocarlo. Finalmente, manteniendo la mente vacía o pasiva. El diablo desea una mente así para poner sus pensamientos. Dios no quiere robots, quiere que el hombre coopere con él, en pleno uso de sus facultades. Si el cristiano no ocupa su mente, tampoco la ocupará Dios, aunque sí la puede ocupar Satanás.
¿Cómo vencer en esta batalla? Le mente tiene que ser renovada, mediante el despojamiento del viejo hombre (Ef. 4:17-24). Una mente renovada es una eficaz colaboradora en la obra de Dios. Además de que sus facultades se despiertan y agilizan, está en condiciones de seguir al Espíritu Santo en su obra de revelación en su espíritu (Ef. 1:17-18). Luego que el espíritu del cristiano recibe luz de Dios, mediante la capacidad intuitiva, la mente es capaz de retener esa luz e interpretarla. Aquí la mente colabora con el espíritu, aunque siempre va detrás de éste.
Una mente renovada es también una mente abierta, libre de prejuicios, que estará en condiciones de recibir la Palabra de Dios a través de otros cristianos, o mediante lecturas edificantes. Una mente renovada, en fin, es una mente controlada y purificada por el Espíritu y llena de la Palabra de Dios.
c) La voluntad. La voluntad es la capacidad que tiene el hombre para tomar decisiones. Es el verdadero «yo», que tiene la mayor influencia sobre la persona. Por tanto, la salvación plena tiene que alcanzar su voluntad.
Dios creó al hombre con una voluntad soberana, capaz de decidir por sí mismo. Ahora bien, cuando el hombre decidió por sí mismo, independientemente de Dios, cayó. La salvación se obtiene cuando la voluntad es puesta en obediencia a Dios. Ahora tiene una nueva dirección.
La voluntad del hombre tiene que unirse perfectamente a la voluntad de Dios para que la salvación sea completa. Para que esto sea posible, a causa de la obstinación del hombre, Dios usa muchos medios para reducirle a la obediencia. Uno de ellos es la disciplina. Lo que Dios quiere no es sólo que el cristiano haga Su voluntad, sino que ella sea su deleite. Que la voluntad Suya y la de él sean la misma. ¿Cómo es esto posible? Llevando el alma a la cruz para que pierda su fuerza y energía.
Hay un peligro con la voluntad. El mal uso o el desuso de ella pueden dar lugar a la operación de los espíritus malignos. En general, todo pecado da lugar al diablo para que opere en el cristiano. Pero no sólo los pecados de hecho, sino también de omisión (Stgo. 4:17).
El más frecuente pecado de omisión es la pasividad. El Señor dota al cristiano de toda clase de capacidades y talentos, ninguno de los cuales debe quedar sin ser usado o ser mal usado. Cuando un creyente no está usando sus talentos, ha caído en la pasividad.
Los espíritus malignos sacan ventaja de esta inactividad, porque, sin el creyente saberlo, está cediendo terreno a la acción de ellos y está cumpliendo el requisito fundamental para que ellos puedan operar.
Mientras que Dios requiere de la cooperación del hombre en el uso de sus talentos, Satanás exige el cese del ejercicio de la voluntad y ciertas acciones del hombre para poder actuar por él. Por ignorancia, el creyente cree que la pasividad es señal de obediencia y consagración, y cede el terreno al diablo.
El cristiano que se ha abandonado a la pasividad debe decidir finalmente a recuperar el ejercicio de su voluntad y demás facultades, para ponerlas al servicio activo de Dios. Para recuperar el terreno deberá resistir firmemente y recuperar lo que se ha cedido. El creyente debe recuperar su soberanía, su dominio propio. Debe experimentar liberación en los muchos puntos en que fue atado e inmovilizado por Satanás.
La obediencia del cristiano a Dios debe ser incondicional. No obstante, esto no implica que no tenga más su propia voluntad. Dios no quiere obediencia ciega, sino que Su voluntad sea hecha voluntariamente, en plena conciencia. Mediante su voluntad renovada, el creyente tiene que alcanzar el dominio propio, y controlar su espíritu, su alma y aun su cuerpo. Sólo así podrá andar siempre en el espíritu.
El cuerpo
Para que la salvación de Dios sea completa debe alcanzar al cuerpo. Aunque la obra de Dios comienza en el espíritu, y sigue con el alma, también debe expresarse en el cuerpo.
La importancia del cuerpo es evidente por cuanto Dios fue manifestado en carne. El Verbo se hizo hombre, lo cual permitió la salvación del hombre y la derrota de Satanás (por eso los espíritus inmundos no pueden confesar esta verdad).
El cuerpo del Señor Jesús en la tierra fue el templo de Dios (Jn. 2:21); hoy el cuerpo del cristiano también lo es (1ª Cor. 6:19). Uno de los mayores pecados (la fornicación) se asocia con el cuerpo, porque significa tomar un miembro de Cristo y hacerlo miembro de una ramera (1ª Cor. 6:15).
El cuerpo tiene necesidades, las cuales deben ser suplidas; no obstante, esto no significa gratificar el cuerpo. Si el cuerpo es complacido cada vez, se volverá un amo con más y más exigencias, y dejará de ser un siervo. El alma también se verá envuelta en sus apetitos y caerá en el hedonismo (búsqueda del placer).
La consagración del cristiano ha de comenzar por el cuerpo, el cual es presentado como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Luego, el entendimiento, el alma, es renovada, y la voluntad de Dios puede ser comprobada en el espíritu (Romanos 12).
Así como el espíritu fue vivificado al recibir la justificación, así el cuerpo es vivificado por su Espíritu (Rom. 8:10-11). En 1ª Corintios 6:13 dice «El cuerpo es para el Señor… y el Señor para el cuerpo». Esto primero significa que no es para la satisfacción y el deleite; es para el Señor. El cuerpo ha de servir como instrumento de justicia.
«El Señor es para el cuerpo» significa que el Señor no sólo salva el espíritu y el alma, sino también el cuerpo de enfermedades y plagas. Si el cristiano acepta que el cuerpo es para el Señor, y se consagra para él, el Señor va a conceder vida y poder a su cuerpo. Él mismo lo va a cuidar y preservar. Él lo va a restaurar si está enfermo, y lo va a preservar para que no esté enfermo.
La introducción del pecado en el hombre trajo consigo no sólo la muerte, sino también la enfermedad (La enfermedad se halla entre el pecado y la muerte). El Señor no sólo perdonó pecados, sino que también sanó enfermos. Él vino a deshacer las obras del diablo, y éstas tienen que ver con la enfermedad y con la muerte.
Un cuerpo sano no es para los deseos carnales, sino para Dios.
«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1ª Tes. 5:23).
***
En efecto, el ser humano tiene tres partes (lo mismo que el templo de Dios): el cuerpo, con que somos conscientes del mundo (el atrio); el alma, con que somos conscientes de nosotros mismos (el Lugar Santo); y el espíritu, con que somos conscientes de Dios (el Lugar Santísimo). El espíritu
El espíritu del hombre es el lugar en que establecemos toda comunicación con Dios. (Rom. 8:16; 1 Cor. 14:14). El espíritu (de quien ha sido regenerado) tiene tres funciones principales: conciencia, que discierne lo bueno y lo malo (1ª Cor. 5:3; 2ª Cor. 2:13), intuición, con la que se sabe y se sienten los movimientos del Espíritu Santo (Mr. 2:8; Jn. 11:33), y la comunión, con que se adora a Dios (Jn. 4:23; Rom. 1:9). Estas tres funciones están profundamente ligadas y operan coordinadas.
Antes de la caída, el espíritu del hombre era la parte más noble de todo su ser, y tanto el alma como el cuerpo le estaban sujetos. Por el espíritu, Adán percibía a Dios, y tenía comunión con él. Pero con la caída, el espíritu murió, perdió el control y la comunión con Dios, y comenzó a vivir por el alma. El espíritu del hombre quedó bajo el poder y la opresión del alma, hasta quedar fusionado con ella.
Con el milagro de la regeneración, Dios comienza a recuperar su lugar en el hombre, pues viene a habitar en su espíritu, ahora revivido. (Jn. 1:13; Tito 3:5; Rom. 8:16; 1ª Cor. 6:17). El propósito de Dios es que el espíritu recupere el gobierno sobre el alma, y a través de ésta, sobre el cuerpo.
La vida del cristiano necesita ser gobernada por el espíritu. De aquí surge una lucha entre el alma y el espíritu, y como en toda lucha, vencerá el que es más fuerte. Si es más fuerte el espíritu, y tiene control sobre el alma y el cuerpo, será un cristiano espiritual; si, por el contrario, el alma (aliada con los apetitos del cuerpo) es quien tiene el control, será un cristiano carnal.
Para que el cristiano logre la victoria, será necesario separar del todo el alma del espíritu. Hebreos 4:12 dice que la Palabra de Dios produce esta necesaria división. Luego, por medio de la operación de la cruz, el alma mengua, y por la operación del poder del Espíritu de Dios, el espíritu se fortalece.
Si no se produce la división del alma y el espíritu, los creyentes siguen fuertemente influenciados por el alma, y por ello siempre siguen objetivos entremezclados: algunas veces andando de acuerdo con la vida del espíritu, y otras de acuerdo con la vida natural.
Pero si esta separación se produce, el creyente será capaz de detectar inmediatamente cualquier intento del alma por tomar el control, y podrá rechazarla. Así, el espíritu podrá desarrollar su poder intuitivo de modo más agudo. Sólo después de haber experimentado esta separación pueden los cristianos entrar en posesión de un sentido genuino de pureza.
Los creyentes tienen que ver que todo lo que procede del alma no aprovecha (es carne) y que sólo el espíritu es el que da vida. (Jn. 6:63). Sólo cuando un hombre vive por el espíritu llega a ser espiritual. Como Dios es espíritu, toda obra de Dios es espiritual; y quienes sirven en ella deben hacerlo en el espíritu. La efectividad del cristiano dependerá de si ha tenido la experiencia de ser sumergido en el Espíritu Santo, tal como fue sumergido en el bautismo de agua.
Luego de este bautismo, el creyente puede ser introducido en la obra espiritual, en la batalla espiritual, en la oración espiritual. Sus sentidos espirituales han sido despertados y ahora puede experimentar el poder del Espíritu Santo.
El hombre interior también es fortalecido en la lucha contra Satanás. Y es necesario vencerlo permanentemente en todo lugar. Antes de que él asalte al cristiano en el hombre interior para oprimirlo o bloquearlo, es necesario salir y atacarlo. La mejor defensa es el ataque. Asimismo, todas sus obras de engaño, opresión, de quebrantamiento deben ser deshechas en todo lugar, para así ver la gloria de Dios.
El espíritu del creyente debe permanecer siempre activo, colaborando con Dios, recibiendo revelación, orando en el espíritu, escudriñando las Escrituras, meditando en las obras de Dios.
Un siervo de Dios tiene que estar ejercitado en reconocer la voz del espíritu y distinguirla de las voces del alma o de los espíritus malignos. Así como conoce el «yo» (alma), debería conocer cómo funciona y qué leyes tiene el espíritu. Así entendería que la vida del espíritu no es ocasional, ni tampoco oscilante (como las mareas del mar), sino estable, apacible y abundante (como un río).
El alma
El alma, ubicada entre el espíritu y el cuerpo, es la sede de la personalidad del hombre (Dios lo creó un «alma viviente»). El alma es un reducto inalienable, el cual ni siquiera Dios puede violar. Allí en el alma el hombre tiene todo el poder de decisión.
Cuando Dios creó al hombre, quiso que su espíritu fuera como un amo, el alma como un mayordomo y el cuerpo como un criado. El amo encarga asuntos al mayordomo, quien a su vez ordena al criado que los lleve a cabo. Sin embargo, con la caída, el alma se erigió en amo, y el espíritu se adormeció. Se rompió la comunión con Dios. Un hombre sin Dios tiene, normalmente, en función sólo el alma y el cuerpo. En cambio, uno que ha nacido de nuevo puede volver al diseño original de Dios: espíritu, alma y cuerpo.
El alma tiene que dejar de ser amo y volver a ser mayordomo, porque hay el peligro de que el espíritu quede oprimido (es el caso de los que son «niños en Cristo»). El alma también puede retroceder a ser esclava del cuerpo, en la inmundicia, lascivia, etc., o ser influenciada por el poder de las tinieblas, sea con la sabiduría terrenal, o con visiones y sensaciones sobrenaturales que la estimulan.Funciones del alma
a) Emociones. Este ámbito abarca los afectos, los deseos y sentimientos.
Afectos. Cuando el cristiano se consagra es relativamente fácil entregar su tiempo, dinero, poder, etc., pero el ofrecer sus afectos es muy difícil. Pero si no ofrece sus afectos no ha ofrecido nada. Dios exige amor absoluto de sus hijos, es decir, con todo el corazón, alma y mente. El amor hacia los suyos es el más grande rival del amor a Dios en el corazón del creyente. El Señor no sólo espera que el cristiano trabaje para él, sino, sobre todo, que le ame.
Deseos. Los deseos del alma se centran en el «yo», para su deleite y exaltación. Estos son quitados por la operación de la cruz. Y entonces ya no hay ansiedad por alcanzarlos; hay reposo. No hay frustración, porque ya nada se desea sino a Dios. Los deseos sólo provocan inquietud y afán, y nunca serán enteramente satisfechos. Cuando el cristiano está satisfecho con lo que Dios le da, tiene reposo. La vida espiritual es una vida satisfecha en Dios.
Los sentimientos son un camino con muchos altibajos. Cuando están en la cúspide, el creyente piensa que está en su estado óptimo, que es espiritual; y cuando, por el contrario, se siente frío y seco, piensa que es anímico y carnal. Esto no es así: en ambos casos, es un cristiano anímico y anda por sentimientos.
¿Por qué Dios concede sentimientos de felicidad y luego los retira? Para que el creyente se conozca en toda su fragilidad e inestabilidad, y para que, dominando sus sentimientos, pueda dominar el ambiente. Él quiere que el creyente le sirva, ya sea que esté feliz o que esté triste. También retira esos sentimientos para que el creyente entrene su voluntad. La vida de fe puede ser llamada la vida de la voluntad, puesto que la fe no se ve afectada por aquello que se siente.
Un creyente emocional es inútil en las manos de Dios. Sólo apegando la voluntad a la de Él, se halla perfecto reposo.
b) La mente. La mente es el instrumento de nuestros pensamientos. Por medio de la mente el hombre conoce, piensa, imagina, recuerda y entiende.La mente del hombre es una gran fortaleza; es motivo de orgullo y es la causa del progreso de la civilización; sin embargo, espiritualmente es un gran peligro, pues es un terreno especialmente susceptible para la acción de Satanás. El entendimiento es fácilmente cegado, y surgen argumentos y pensamientos contra el conocimiento de Dios. Mediante la mente, el hombre no puede conocer a Dios, antes bien, levanta fortalezas mentales que le han llevado a apartarse de Dios y aun a desafiar a Dios. Una mente reducida por Satanás es como una fortaleza que es necesario derribar. En el momento de la regeneración, la mente es traída a la obediencia a Cristo, pues «arrepentimiento» significa «cambio de mentalidad».
Sin embargo, aun en el creyente, la mente es el punto más vulnerable para la acción de Satanás. El nuevo creyente tiene un nuevo corazón, pero todavía arrastra una mente vieja. Muchas veces la mente se llena de pensamientos, imaginaciones, recuerdos, o ideas confusas de modo incontrolable. Su mente estuvo tan manipulada por Satanás en el pasado, que no puede dejar esos pensamientos a menos que su mente sea renovada.
Por eso, apenas convertido, el cristiano necesita de una profunda renovación de su mente. Ella debe ser ampliada y fortalecida. Dios quiere restaurar la mente para que pueda ser útil en las manos de Dios. El cristiano requiere de su mente para las cosas espirituales, pero una mente restituida al lugar que Dios le dio en el principio, es decir, sujeta al espíritu. La vida cristiana no es, como pudiera pensarse, una vida de puro corazón, sin entendimiento. Caer en ese extremo es fanatismo peligroso, pues puede llevar a cometer los más graves excesos y a sostener las más absurdas herejías.
El diablo puede poner pensamientos en la mente (como en Judas) o quitar pensamientos; de hecho, el diablo quita la palabra sembrada en el corazón para que las gentes no crean y se salven (Mt. 13:19). Con todo, él no tiene soberanía sobre ella, a menos que el cristiano, consciente o inconscientemente se lo permita, cediéndole terreno.
¿Cómo se le cede terreno a Satanás en la mente? Primero, con una mente que acaricia el pecado. Segundo, con una incorrecta comprensión de la verdad de Dios. Tercero, buscando las predicciones (horóscopos). Si un creyente busca conocer el futuro, le vendrá aquello que cree, porque los demonios hallarán terreno para provocarlo. Finalmente, manteniendo la mente vacía o pasiva. El diablo desea una mente así para poner sus pensamientos. Dios no quiere robots, quiere que el hombre coopere con él, en pleno uso de sus facultades. Si el cristiano no ocupa su mente, tampoco la ocupará Dios, aunque sí la puede ocupar Satanás.
¿Cómo vencer en esta batalla? Le mente tiene que ser renovada, mediante el despojamiento del viejo hombre (Ef. 4:17-24). Una mente renovada es una eficaz colaboradora en la obra de Dios. Además de que sus facultades se despiertan y agilizan, está en condiciones de seguir al Espíritu Santo en su obra de revelación en su espíritu (Ef. 1:17-18). Luego que el espíritu del cristiano recibe luz de Dios, mediante la capacidad intuitiva, la mente es capaz de retener esa luz e interpretarla. Aquí la mente colabora con el espíritu, aunque siempre va detrás de éste.
Una mente renovada es también una mente abierta, libre de prejuicios, que estará en condiciones de recibir la Palabra de Dios a través de otros cristianos, o mediante lecturas edificantes. Una mente renovada, en fin, es una mente controlada y purificada por el Espíritu y llena de la Palabra de Dios.
c) La voluntad. La voluntad es la capacidad que tiene el hombre para tomar decisiones. Es el verdadero «yo», que tiene la mayor influencia sobre la persona. Por tanto, la salvación plena tiene que alcanzar su voluntad.
Dios creó al hombre con una voluntad soberana, capaz de decidir por sí mismo. Ahora bien, cuando el hombre decidió por sí mismo, independientemente de Dios, cayó. La salvación se obtiene cuando la voluntad es puesta en obediencia a Dios. Ahora tiene una nueva dirección.
La voluntad del hombre tiene que unirse perfectamente a la voluntad de Dios para que la salvación sea completa. Para que esto sea posible, a causa de la obstinación del hombre, Dios usa muchos medios para reducirle a la obediencia. Uno de ellos es la disciplina. Lo que Dios quiere no es sólo que el cristiano haga Su voluntad, sino que ella sea su deleite. Que la voluntad Suya y la de él sean la misma. ¿Cómo es esto posible? Llevando el alma a la cruz para que pierda su fuerza y energía.
Hay un peligro con la voluntad. El mal uso o el desuso de ella pueden dar lugar a la operación de los espíritus malignos. En general, todo pecado da lugar al diablo para que opere en el cristiano. Pero no sólo los pecados de hecho, sino también de omisión (Stgo. 4:17).
El más frecuente pecado de omisión es la pasividad. El Señor dota al cristiano de toda clase de capacidades y talentos, ninguno de los cuales debe quedar sin ser usado o ser mal usado. Cuando un creyente no está usando sus talentos, ha caído en la pasividad.
Los espíritus malignos sacan ventaja de esta inactividad, porque, sin el creyente saberlo, está cediendo terreno a la acción de ellos y está cumpliendo el requisito fundamental para que ellos puedan operar.
Mientras que Dios requiere de la cooperación del hombre en el uso de sus talentos, Satanás exige el cese del ejercicio de la voluntad y ciertas acciones del hombre para poder actuar por él. Por ignorancia, el creyente cree que la pasividad es señal de obediencia y consagración, y cede el terreno al diablo.
El cristiano que se ha abandonado a la pasividad debe decidir finalmente a recuperar el ejercicio de su voluntad y demás facultades, para ponerlas al servicio activo de Dios. Para recuperar el terreno deberá resistir firmemente y recuperar lo que se ha cedido. El creyente debe recuperar su soberanía, su dominio propio. Debe experimentar liberación en los muchos puntos en que fue atado e inmovilizado por Satanás.
La obediencia del cristiano a Dios debe ser incondicional. No obstante, esto no implica que no tenga más su propia voluntad. Dios no quiere obediencia ciega, sino que Su voluntad sea hecha voluntariamente, en plena conciencia. Mediante su voluntad renovada, el creyente tiene que alcanzar el dominio propio, y controlar su espíritu, su alma y aun su cuerpo. Sólo así podrá andar siempre en el espíritu.
El cuerpo
Para que la salvación de Dios sea completa debe alcanzar al cuerpo. Aunque la obra de Dios comienza en el espíritu, y sigue con el alma, también debe expresarse en el cuerpo.
La importancia del cuerpo es evidente por cuanto Dios fue manifestado en carne. El Verbo se hizo hombre, lo cual permitió la salvación del hombre y la derrota de Satanás (por eso los espíritus inmundos no pueden confesar esta verdad).
El cuerpo del Señor Jesús en la tierra fue el templo de Dios (Jn. 2:21); hoy el cuerpo del cristiano también lo es (1ª Cor. 6:19). Uno de los mayores pecados (la fornicación) se asocia con el cuerpo, porque significa tomar un miembro de Cristo y hacerlo miembro de una ramera (1ª Cor. 6:15).
El cuerpo tiene necesidades, las cuales deben ser suplidas; no obstante, esto no significa gratificar el cuerpo. Si el cuerpo es complacido cada vez, se volverá un amo con más y más exigencias, y dejará de ser un siervo. El alma también se verá envuelta en sus apetitos y caerá en el hedonismo (búsqueda del placer).
La consagración del cristiano ha de comenzar por el cuerpo, el cual es presentado como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Luego, el entendimiento, el alma, es renovada, y la voluntad de Dios puede ser comprobada en el espíritu (Romanos 12).
Así como el espíritu fue vivificado al recibir la justificación, así el cuerpo es vivificado por su Espíritu (Rom. 8:10-11). En 1ª Corintios 6:13 dice «El cuerpo es para el Señor… y el Señor para el cuerpo». Esto primero significa que no es para la satisfacción y el deleite; es para el Señor. El cuerpo ha de servir como instrumento de justicia.
«El Señor es para el cuerpo» significa que el Señor no sólo salva el espíritu y el alma, sino también el cuerpo de enfermedades y plagas. Si el cristiano acepta que el cuerpo es para el Señor, y se consagra para él, el Señor va a conceder vida y poder a su cuerpo. Él mismo lo va a cuidar y preservar. Él lo va a restaurar si está enfermo, y lo va a preservar para que no esté enfermo.
La introducción del pecado en el hombre trajo consigo no sólo la muerte, sino también la enfermedad (La enfermedad se halla entre el pecado y la muerte). El Señor no sólo perdonó pecados, sino que también sanó enfermos. Él vino a deshacer las obras del diablo, y éstas tienen que ver con la enfermedad y con la muerte.
Un cuerpo sano no es para los deseos carnales, sino para Dios.
«Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1ª Tes. 5:23).
***
Sanando el corazón herido
A lo largo de nuestra vida, con el pasar de los años siempre tendemos a recordar momentos que para nosotros han sido muy tristes y dolorosos, diferentes circunstancias, pérdida de personas, relaciones fallidas, sentimientos de ira, rechazo, maltrato, abandono en nuestra niñez, falta de aceptación o baja autoestima en nuestra adolescencia. Estas y muchas otras situaciones hacen que en nuestra vida necesitemos del toque de Dios para sanar nuestro corazón.
¿Recuerdas que sucesos tristes han afectado tu vida? Escríbelos en una hoja.
La palabra del Señor en el libro de Jeremías 33:6 nos dice:
“Yo les traeré sanidad y medicina;
los curaré y les revelaré abundancia
de paz y de verdad”
Lo primero que debemos hacer es traer a la memoria los recuerdos que han dañado nuestro corazón. Nuestra ser esta constituido por tres partes espíritu, alma y cuerpo; en nuestra alma es donde se depositan la memoria, la razón, los sentimientos, las pasiones y es allí donde se anidan los resentimientos y tristezas que en ocasiones llegamos a guardar por años, es en este lugar donde Dios debe sanar nuestra vida como lo dice en su Palabra “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor”
Dios en su infinito amor envió a Jesús para salvarnos y sanarnos a través de su sangre y nos perfecciona por medio de su Espíritu Santo, este es un proceso que lleva tiempo, disposición y cambios en nuestra manera de pensar y actuar.
CINCO PALABRAS EN LA SANIDAD INTERIOR
1- Perdonar: Es un acto de remisión de los pecados cometidos, no solo debo perdonar al que me ofendió sino también debo perdonarme a mí mismo (Colosenses 3:13)
2- Confesar: Es reconocer delante de Dios mi situación y cambiar de actitud (Proverbios 28:13)
3- Acordarnos: Recordar que tengo un pacto con Dios y nunca olvidar que Él me perdonó. El Señor no quiere que yo esté continuamente recordando mi dolor, si yo he perdonado y he confesado delante de El las situaciones vividas, ya no me harán daño (Isaías 43:18-19, Ezequiel 16:60)
4- Pedir: Debemos rogarle a Jesucristo que cumpla su ministerio en mi vida, si ya estoy sano debo servir en la obra de Dios. Las experiencias vividas servirán para hablarles a otros de lo que poder de Dios para restaurar (Lucas 4:18)
5- Quitar la religiosidad: Nunca olvidar que Dios es fuente de vida y a El debemos recurrir continuamente (Jeremías 2:13).
¿Recuerdas las circunstancias que escribiste en la hoja? Si ya has hecho los pasos anteriores rómpela e inicia una vida nueva con Cristo, recuerda que siempre el precioso alfarero esta dispuesto a cerrar las grietas de tu corazón, solo tienes que disponerte.
"¿Qué significa contristar / apagar al Espíritu Santo?"Respuesta: Cuando la palabra “apagar” es usada en la Escritura, está hablando de reprimir el fuego. Cuando los creyentes se ponen el escudo de la fe, como parte de la armadura de Dios (Efesios 6:16), ellos están reprimiendo el poder de los dardos de fuego de Satanás. Cristo describe el infierno como un lugar donde el fuego nunca se “apaga” (Mr. 9:44, 46, 48). De la misma manera, el Espíritu Santo es un fuego que mora en cada creyente. El quiere expresarse a Sí mismo en nuestras acciones y actitudes. Cuando los creyentes no permiten que el Espíritu sea visto en sus acciones, cuando hacemos lo que sabemos que está mal, entonces reprimimos o “apagamos” al Espíritu. No permitimos que el Espíritu se revele a Sí mismo de la manera que Él lo desea. Para comprender lo que significa “contristar” al Espíritu, debemos entender primeramente que este es una característica de la personalidad. Sólo una persona puede ser “contristada”; por lo tanto, el Espíritu debe ser una persona para poder tener esta emoción. Una vez que comprendemos este aspecto, podemos entender mejor cómo Él es “contristado,” especialmente porque nosotros también somos contristados. Efesios 4:30 nos dice que no debemos “contristar” al Espíritu. Basémonos en el pasaje para entender lo que Pablo quiere decirnos. Podemos “contristar” al Espíritu al vivir como paganos (4:17-19), al no oponer resistencia a nuestra naturaleza de pecado (4:22-24), al mentir (4:25), al airarnos (4:26-27), al robar (4:28), al maldecir (4:29), al amargarnos (4:31), al no perdonar (4:32), al cometer inmoralidad sexual (5:3-5). “Contristar” al Espíritu es actuar de manera pecaminosa, ya sea de pensamiento y hechos, o solamente de pensamiento.“Apagar” y “contristar” al Espíritu son ambos similares en sus efectos; ambos impiden un estilo de vida piadoso. Ambos suceden cuando un creyente peca contra Dios y sigue sus propios deseos mundanos. El único camino correcto por seguir es el camino que lleva a un creyente más cerca de Dios y la pureza, y más lejos del mundo y el pecado. Así como a nosotros no nos gusta ser contristados, y así como tampoco buscamos reprimir lo que es bueno – así también no debemos contristar o apagar al Espíritu Santo al rehusar escuchar Su guía.
LAS TRES COSAS MAS GRANDES QUE CONQUISTAN AL ESPIRITU SANTO EN NUESTRA VIDA
TEXTO: Salmos 51:10,11
En el cuerpo de Cristo hay una triste realidad y es que continuamente estamos ofendiendo, contristando al Espíritu Santo es tú se debe a que hay mucha desobediencia y han perdido la sensibilidad a la presencia de Dios.
Contristar significa tristeza, causar dolor, afligir, entristecer; con nuestros actos podemos hacer que el Espíritu Santo se aflija, se entristezca y además podemos causarle dolor, El espíritu santo es el ser mas sensible de la trinidad por eso no apague el espíritu santo cuando el lo esta encendiendo del poder y la unción.
Causas que contristan al espíritu Santo de Dios.
1. La rebeldía.
La rebeldía se manifiesta por medio de las palabras de murmuración o critica, los razonamientos o cuestionamiento y los pensamientos de murmuración o critica.
La rebeldía provienen del hombre mismo debido a su naturaleza pecaminosa, la cual produce orgullo, amargura etc., y también proviene de Satanás ya que el produce rebeldía en el hombre por medio del engaño.
2. La falta de comunión con El.
Para lograr esta comunión tiene que haber compromiso, perseverancia y disciplina. Debemos insistir, permaneciendo firmes.
Hay tiempos en los que el espíritu santo desea tener comunión con nosotros, pero lo ignoramos eso lo contrista.
3. La falta de perdón.
Guardar rencor en nuestro corazón hacia una persona que nos hizo un mal le abre puertas al enemigo para destruirnos. Tenemos que soltar y dejar libre a nuestro ofensor.
§ Haga su llamado a los amigos a aceptar o reconciliar.
§ Ministrar y asegurarse de que las personas puedan tener un tiempo de comunión con el espíritu santo.
§ Motívelos a que hablen fuerte y le manifiesten al señor lo agradecidos que están con El. Que salga de su corazón para su Dios.
§ Cada persona deberá perdón al Espíritu Santo si ha incurrido en alguna de las faltas mencionadas.
TEXTO: Salmos 51:10,11
En el cuerpo de Cristo hay una triste realidad y es que continuamente estamos ofendiendo, contristando al Espíritu Santo es tú se debe a que hay mucha desobediencia y han perdido la sensibilidad a la presencia de Dios.
Contristar significa tristeza, causar dolor, afligir, entristecer; con nuestros actos podemos hacer que el Espíritu Santo se aflija, se entristezca y además podemos causarle dolor, El espíritu santo es el ser mas sensible de la trinidad por eso no apague el espíritu santo cuando el lo esta encendiendo del poder y la unción.
Causas que contristan al espíritu Santo de Dios.
1. La rebeldía.
La rebeldía se manifiesta por medio de las palabras de murmuración o critica, los razonamientos o cuestionamiento y los pensamientos de murmuración o critica.
La rebeldía provienen del hombre mismo debido a su naturaleza pecaminosa, la cual produce orgullo, amargura etc., y también proviene de Satanás ya que el produce rebeldía en el hombre por medio del engaño.
2. La falta de comunión con El.
Para lograr esta comunión tiene que haber compromiso, perseverancia y disciplina. Debemos insistir, permaneciendo firmes.
Hay tiempos en los que el espíritu santo desea tener comunión con nosotros, pero lo ignoramos eso lo contrista.
3. La falta de perdón.
Guardar rencor en nuestro corazón hacia una persona que nos hizo un mal le abre puertas al enemigo para destruirnos. Tenemos que soltar y dejar libre a nuestro ofensor.
§ Haga su llamado a los amigos a aceptar o reconciliar.
§ Ministrar y asegurarse de que las personas puedan tener un tiempo de comunión con el espíritu santo.
§ Motívelos a que hablen fuerte y le manifiesten al señor lo agradecidos que están con El. Que salga de su corazón para su Dios.
§ Cada persona deberá perdón al Espíritu Santo si ha incurrido en alguna de las faltas mencionadas.
Es teimpo de perdonarte a tis mismo, para que recibas la completa sanidad del Espiritu Santo, de perdonar a los demás y de no regresar al pasado sino vivir una vida plena y llena de la Palabra de Dios. ¡ATREVETE A SANAR Y TRANSFORMAR TU VIDA! BUSCA LO QUE TE LLEVA E TENER VIDA ESPIRITUAL.
¡AMEN!, ¡GLORIA A DIOS!
*NOTAS, COMENTARIOS Y REFLEXIONES POR EL COLABORADOR. TEXTOS LEIDOS EN DIFERENTES PAGINAS CRISTIANAS.