LECTURAS: EXODO 14:1-25; JUAN 5:1-5.
NOTAS, COMENTARIOS Y REFLEXIONES: Nuestra forma de ser de comportarnos con Dios es voluble, a veces damos o no damos testimonio, volvemos a lo de antes o regresamos en busca de Dios. De algún modo se nos amedrenta para no oir hablar de la palabra.
El Señor se manifiesta en los momentos más difíciles porque ahí muestra su gloria. Para el cristiano el Señor lucha por él, Dios nos llama a vivir lo imposible, pero al mismo tiempo Dios cuida de sus hijos. Usted debe seguir adelante. Levantar la mano es un signo de Fe, de poder de Dios. Desemos permanecer entregados ante Dios, con los hechos, con los actos. Los que estamos en Cristo debemos tener una vida diferente a los que no conocen a Dios y si lo conocen no viven como Él.
No hay nada imposible para Dios y el Señor nos lo muestra en cada hoja de su Palabra. Para poder mostrar que tenemos la paz, saca de nosotros lo que nos limita: el miedo, la inseguridad, la tibieza, la hipocresía, etc. El bien se manifiesta en la libertad, la libertad en el amor y el amor esta en Dios.
¡ATREVASE A ENFRENTAR LA VIDA Y LO QUE VIENE!. No le de el primer lugar a lo demás, muestra quién está en tu vida, comportemonos conforme a la palabra. El que se aparta de la palabra de Dios no vive, esta sobreviviendo. ¡VIVA!.
¡Vencer al mundo es vivir la Palbra de Dios!.
Evangelio: Juan 16, 29-33"Tengan valor, porque yo he vencido al mundo"
En aquel tiempo dijeron los discípulos a Jesús:«Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora estamos seguros de que lo sabes todo y que no es necesario que nadie te pregunte; por eso creemos que saliste de Dios».Jesús les contestó:«¿Ahora creen? Pues miren, se acerca la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en la que cada uno de ustedes se irá a lo suyo y a mí me dejarán solo. Aunque yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho todo esto, para que puedan encontrar la paz en su unión conmigo. En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo: yo he vencido al mundo».
Mi comentario:
¿Cuál es tu idea de vencer al mundo? Tener éxito, tener mucho dinero, tener bienes materiales, tener poder, etc., o ser fiel a Dios, amar al prójimo, hacer el bien, gastarse en beneficio de los demás, etc. Nuestro modelo es Cristo y él venció al mundo al ser coherente en todos sus actos. Esa coherencia nos da felicidad, no material pero sí espiritual, y sobre todo nos da la seguridad de estar haciendo lo correcto, y si esto lo hacemos por amor a Dios y al prójimo, ganaremos el cielo.
Hay siete principios que voy a ilustrar a partir del texto que hallamos en 1 Samuel capítulo 7, en donde describe el ataque físico y espiritual de que fuera blanco el pueblo de Israel por parte de los filisteos.
1. Volvernos a Dios para obtener la victoria
Como cristianos, libramos batallas constantemente contra el mundo de maldad. La razón de que no podamos ser más eficaces, estriba en compartir la gloria de Dios—que sólo le corresponde a Él—con la mundanalidad, a la que abrimos las puertas y permitimos que anide en nuestro corazón. Termina convirtiéndose en una fortaleza que gobierna la mente y acciones en todos los ámbitos en que nos desenvolvemos: el físico y el espiritual.
Una vez evaluamos nuestra vida y descubrimos que hay hábitos, inclinaciones, pensamientos e incluso, comportamientos que levantan un muro en nuestra relación con el Señor, es necesario proceder a derribarlos. Implica dos elementos esenciales: compromiso y acción. Sólo así damos pasos firmes hacia la victoria espiritual.
Una ilustración de los principios que veremos hoy, la hallamos en momentos en que Israel procuraba alcanzar solidez en su territorio, en materia económica, gubernativa y militar. Los fracasos obedecían a su actitud idólatra. Frente a esta, el profeta Samuel fue contundente al instruirles sobre la imperiosa necesidad de quitar de en medio, en sus vidas y hogar, todo aquello que robara el primer lugar a Dios:
"Veinte años pasaron desde el día en que se depositó el arca en Quiriat-jearim, y todo Israel buscaba con ansia al Señor. Por esto, Samuel dijo a todos los israelitas: "Si os volvéis de todo corazón al Señor, debéis echar fuera los dioses extranjeros y las representaciones de Astarté, y debéis dedicar vuestras vidas al Señor, rindiéndole culto solamente a él. Entonces él os librará del dominio de los filisteos" (1 Samuel 7:2, 3, versión Dios habla hoy).
2. Deshacernos de toda idolatría
No basta con reconocer que debemos acabar con todo lo que nos perjudica, es imperioso y esencial que nos deshagamos de todo cuanto nos contamina. Es una decisión que solamente puede tomar cada uno; nadie nos obliga. Se fundamenta en la convicción, no en que recibamos presiones externas.
El pueblo de Israel, tras reconocer que su estancamiento y reveses de carácter espiritual y material obedecían a su distanciamiento de Dios, dispuso echar fuera todo vestigio de idolatría: "Los israelitas echaron fuera las diferentes representaciones de Baal y de Astarté, y rindieron culto únicamente al Señor. Después Samuel ordenó: "Reunid a todo Israel en Mispá, y yo rogaré por vosotros al Señor" (1 Samuel 7:4, 5, versión Dios habla hoy).
Es probable que enfrente problemas al interior del hogar, en el trabajo, los estudios, la comunidad o donde quiera que se desenvuelva socialmente. Si está alejado de Dios, quien está tomando ventaja es nuestro adversario espiritual, Satanás, y es menester ponerle freno, de lo contrario seguirá ganando terreno.
Piense por un instante que está cruzando un puente. Ha avanzado hasta la mitad de la estructura participando en toda suerte de prácticas mundanas. ¡Está a tiempo para volver atrás! No continúe adelante porque será la perdición y entrará en la frontera del enemigo espiritual, que no desaprovecha oportunidad.
3. Comprometernos con Dios
Romper todo nexo con la mundanalidad, lo que lleva a que Satanás pierda "derecho" sobre las personas, implica asumir un compromiso decidido y consistente con Dios. Es echar afuera todo lo malo, como cuando usted está a las puertas de un trasteo a una casa nueva. Sin duda, bota todo lo que no sirve. Eso mismo es el pecado en nuestras vidas, es imperioso que rompamos con todo lo que nos ata.
El texto bíblico señala que: "Los israelitas se reunieron en Mispá, y sacaron agua y la derramaron como ofrenda al Señor. Aquel día ayunaron y reconocieron públicamente que habían pecado contra el Señor. Allí, en Mispá, Samuel se convirtió en caudillo de los israelitas" (1 Samuel 7:6).
Hasta tanto reconozcamos el pecado, no tendremos victoria. Y recuérdelo: Satanás y su intrincada red de demonios que le asisten en el mundo de las tinieblas, sí sabe cómo está su vida espiritual; si tiene conciencia o no de su autoridad en Cristo, si la ejerce y, por supuesto, si tiene tal autoridad o la perdió por abrirle las puertas a la mundanalidad.
4. Mantener la alerta por los ataques del enemigo
Si entendemos que Él anda tras nosotros buscando a quién devorar, es imperativo que lo mantengamos a raya, resistiéndolo, como recomienda el apóstol Santiago. Si lo hacemos, el adversario tiene que irse en retirada (Cf. Santiago 4:7) Si Satanás y su ejército son nuestros enemigos, ¿por qué debemos tener compasión o concesiones con él? Por el contrario, hay que resistirle en el poder de Jesús.
Como sabemos que siempre él procura destruirnos (Cf. Juan 10:10 a), debemos mantenernos alerta frente a sus asechanzas. El enemigo, operando a través de los filisteos, procuró poner tropiezo a los israelitas en momentos en que ellos estaban buscando a Dios: "Y cuando los filisteos supieron que los israelitas estaban reunidos en Mispá, los jefes filisteos marcharon contra ellos. Los israelitas, al saberlo, tuvieron miedo y dijeron a Samuel: "No dejes de rogar al Señor nuestro Dios por nosotros, para que nos salve del poder de los filisteos" (1 Samuel 7:7, 8 versión Dios habla hoy).
Pregúntese por qué justo cuando anda en el temor reverente a Dios, se levantan tempestades. La respuesta es sencilla: "El Adversario pone tropiezos en su camino para asegurar que vuelva atrás, que desista de su propósito de ser fiel al Padre celestial".
Cuando vengan las dificultades, antes que desanimarnos o volver atrás, lo que debemos es prendernos de la mano del Señor Jesucristo en oración. Él es quien nos asegura la victoria. La oración es clave. No podemos dejar de perseverar.
5. Enfrentar los ataques en el poder de Dios
Cuando vengan en su contra dificultades, no las enfrente en sus fuerzas sino en el poder de Dios. Sólo así podemos asegurar la victoria. Obrar en nuestras capacidades, traerá derrota y desolación; en cambio, movernos en el poder de Dios nos permite caminar siempre de triunfo en triunfo.
Al enfrentar la arremetida de los filisteos, "Samuel tomó un corderito y lo ofreció entero en holocausto al Señor; luego rogó al Señor en favor de Israel, y el Señor le respondió. Cuando Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos avanzaron para atacar a los israelitas; entonces el Señor lanzó un trueno enorme contra ellos y los asustó, y de este modo fueron vencidos por los israelitas" (1 Samuel 7:9, 10, versión Dios habla hoy).
Observe que la derrota de los enemigos se produjo cuando dieron la batalla en la dimensión espiritual. Clamaron en oración, y Dios respondió trayendo a la dimensión física una descarga eléctrica que produjo el temor de los filisteos. El Padre celestial se sirvió de truenos para llevar a la derrota a un grupo de guerreros que tenían superioridad numérica y de armamentos sobre Israel.
El Dios en el que usted y yo hemos creído, es un Dios de milagros. Nada puede detenernos cuando AVANZAMOS en Su poder y ejercemos el poder que Cristo nos ha dado.
No hay problema, por grande que parezca, que no podamos doblegar con las armas espirituales, en oración.
6. Reconocer la protección de Dios
Cuando nos movemos en el camino de Dios, nada ni nadie podrá derrotarnos. La razón es sencilla: Él nos ofrece su protección. Está siempre con nosotros, y brinda su cuidado y protección por nuestra condición de hijos, redimidos gracias a la obra del Señor Jesús en la cruz.
Conscientes de que Dios era quien peleaba por ellos, a su favor, los israelitas se volvieron contra los filisteos, hasta derrotarlos: "Inmediatamente los israelitas salieron de Mispá persiguiendo a los filisteos, y los atacaron hasta más abajo de Bet-car. Después tomó Samuel una piedra y la colocó entre Mispá y Sen, y la llamó Eben-ézer, pues dijo: "Hasta ahora el Señor nos ha ayudado" (1 Samuel 7:11, 12, versión Dios habla hoy).
Igual cuando experimentamos ataques de Satanás y sus colaboradores. No podemos ni volver atrás ni ceder terreno. Hay que librar la batalla hasta el final, seguros de la victoria en Jesucristo. Reconozca la protección de Dios, siempre y en todo momento, y muévase en el poder de Aquél que todo lo puede. ¡SIGA ADELANTE!.
7. Derribar todo dominio del enemigo
A menos que usted levante una barrera de protección a su alrededor, producto de una íntima relación con Jesucristo, en Sus caminos y en oración, Satanás querrá volver a merodear. Pero ¡cuidado! Hay que mantenerlo a la raya.
Inmediatamente después se produjo la derrota de los filisteos, el pueblo sentó su disposición de seguir a la expectativa, para repeler nuevos ataques: "Los filisteos fueron derrotados y no volvieron a invadir el territorio israelita; y mientras Samuel vivió, el Señor estuvo contra los filisteos. Las ciudades que los filisteos habían tomado a los israelitas, desde Ecrón hasta Gat, volvieron a poder de Israel. De esta manera, los israelitas liberaron su territorio del dominio filisteo, y hubo paz entre los israelitas y los amorreos" (1 Samuel 7:13, 14).
Es lo mismo que usted y yo debemos hacer con Satanás. Llevarlo a la derrota y levantar muros para evitar nuevas incursiones del mundo de las tinieblas. En ese proceso resulta clave depender de Dios, confiar en Él y orar. ¡Dios nos concede la victoria!
Desconozco cuál sea su problema, incluso el tipo de ataque que haya podido experimentar en el mundo de las tinieblas, pero puedo asegurarle que prendidos de la mano, nuestro capitán y poderoso Gigante, tenemos asegurada la victoria cualquiera que sea la situación.
Es menester que nos volvamos a Dios en consagración, en el convencimiento de que tenemos asegurada la victoria.
¡AMEN!
¡GLORIA DIOS!
* NOTAS, COMENTARIOS Y REFLEXIONES POR EL COLABORADOR OSCAR RIVERA.