NOTAS, COMENTARIOS Y REFLEXIONES: DIOS POR MEDIO DE JESUCRISTO HA ROTO CON TODA MALDICION Y YUGO DE EXCLAVITUD GENERACIONAL; POR LO CUAL DEBEMOS DE PERMANECER EN EL AMBIENTE DE BENDICION. ¡LIBRES!.
PERDONAR ES LIBERTAD, SANACION ES RECIBIR PERDON. ODIOS, RENCORES, RESENTIMIENTOS, ANGUSTIAS POR ESTAR ATADOS A LA FALTA DE PERDON.
¿TU TE VES CON AMOR?, ¿TE SIENTES CON AMOR?.
CUANDO SENTIMOS EL AMOR DE DIOS VIENE UNA RENOVACION, UNA RESTAURACION QUE VIVE PAZ DE DIOS. UN CRISTIANO DEBE SENTIR EL AMOR Y ES UNA PERSONA QUE TODO LO HACE BIEN. LA FALTA DE PERDON APLASTA TODA INICIATIVA, TODA INTENCION BUENA QUE SE TIENE EN EL AMOR.
¿QUE TANTA FALTA DE PERDON HAY EN TU VIDA?, ¿QUE TANTO TE HAS PERDONADO A TI Y A LOS DEMAS?.
¡¡¡ROMPA!!!; CON LA AMARGURA, LA SOLEDAD NO SE MARTIRICE, NO SE MANTENGA EN CAUTIVERIO. JESUS NOS DICE "AL QUE VENCIERE DARE PARTE EN MI TRONO". SE CONSTANTE; EN CUENTO PECAS PIDE PERDON Y PERDONATE, SE ALGUIEN QUE EN SU VIDA CORRAN CORRIENTES DE AGUA VIVA.
En el camino que lleva a la reconciliación hay un paso fundamental: el perdón. Es el sello que firma el final de una disputa y constituye el ingrediente más distintivo del cristiano en cualquier conflicto. El perdón está en el corazón mismo del Evangelio. Todo el mensaje cristiano gira alrededor del perdón de Dios a través de la cruz de Cristo y nos impulsa a nosotros, como discípulos suyos, a ofrecer o a suplicar perdón allí donde sea necesario. Fallar u obedecer en este punto viene a ser una prueba básica de nuestra madurez cristiana.
¿Qué nos enseña la Palabra de Dios sobre este tema? Necesitamos entender bien qué es perdonar y sus implicaciones prácticas.
El perdón va más allá de la paz. La paz no siempre es posible. A pesar de todos los pasos y esfuerzos, a pesar de la mejor disposición que uno pueda tener, hay ocasiones cuando no se logra restaurar una relación rota. El apóstol Pablo ya lo deja entrever en su clara exhortación a la paz: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres". ROMANOS 12:18.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". LUCAS 23:24. El ejemplo del Señor Jesús es bien conviencente. En ningún momento él regateó esfuerzos para estar en paz con sus contemporáneos, a los que amó hasta el momento mismo de su muerte. Sin embargo, a pesar de su carácter santo, irreprochable, vivió rodeado de enemigos que, en último término, le llevaron a la cruz. ¿Cómo se explica esta contradicción? No podemos acercarnos al tema de la reconciliación olvidando la realidad del pecado. Vivimos en un mundo donde satanás tiene como una de sus metas dividir, separar, alzar muros entre las personas. Por esta razón, habrá ocasiones en que todos nuestros esfuerzos por lograr la paz serán esteriles.
El perdón, sin embargo, no necesita de la paz. No depende de la reconciliación, va más lejos de la restauración de la relación. El ejemplo del Señor, de nuevo, nos marca la pauta. Clavado ya en la cruz, ridiculizado y torturado por los enemigos a los que había intentado amar, cerca ya de la agonía, pronuncia unas memorables palabras que contienen, en forma de síntesis luminosa, la bease del Evangelio: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". LUCAS 23:24.
Aunque la reconciliación no sea posible, siempre hay algo que el cristiano puede y debe hacer: perdonar.
Un proceso largo y costoso. La disposición a perdonar puede; y debería ser inmediata; ésta es la voluntad de Dios. Pero llegar a completar el proceso emocional y moral del perdón suele llevar su tiempo. Hay un camino a recorrer desde el momento en que se decide perdonar hasta que se hace efectivo. Recordemos el caso de José en el Antiguo Testamento. Perdonó a sus hermanos (GENESIS 45 Y 50), pero no antes de pasar por un extenso proceso (seguramente meses) en el que tuvo que luchar contra sus propias reacciones. Es importante, sin embargo, afirmar desde el primer momento: "estoy decidido a perdonar, aunque la curación de mis heridas requiera más tiempo".
Puedes hacerlo tú solo. El perdón puede ser unilateral: yo puedo, y debo, perdonar aunque la otra persona se muestre reacia a perdonar o ser perdonada. Puedo perdonar en la intimidad de mi corazón, en secreto, sin que la otra parte lo sepa. Este fue el caso de Esteban cuando, a punto de morir exclamó: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". HECHOS 7:60. Debemos estar dispuestos a perdonar aunque no se nos pida, o incluso cuando siguen ofendiéndonos.
¿Amigos de nuevo? La meta primera del perdón no es que las partes enfrentadas vuelvan a ser amigas, sino que eliminen el veneno de su corazón. Hay veces en que es imposible volver al mismo tipo de relación después de una ofensa grave. Así ocurre, por ejemplo, en algunos casos de divorcio. Dios no nos pide un ejercicio de masoquismo restaurando relaciones imposibles. La reconciliación es un resultado deseable, pero no siempre posible. Pero sí que nos pide amar al ofensor con el amor sobrenatural que es fruto del Espíritu, el gozo de Cristo. Alguien dijo que el perdón es la mejor manera de librarse de los enemigos. Esta es exactamente la idea de ROMANOS 12:20-21. "Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal".
¿PERDONAR REQUIERE OLVIDAR?
El problema con la frase "yo perdono, pero no olvido", frecuente en labios de algunas personas, es que siguen alojando deseos de venganza y resentimiento en su corazón. No hay un simple recuerdo; es el recuerdo más su correspondiente dosis de veneno. Esta actitud sí es pecado.
Dios es el único que puede perdonar y al mismo tiempo olvidar porque él está fuera del tiempo "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones... y no me acordaré de tus pecados". ISAIAS 43:25.
Ser conscientes de nuestros pecados.
Tomar conciencia de nuestras propias faltas es el requisito inicial para perdonar. Si no somos capaces de ver primero "la viga" en nuestro propio ojo, difícilmente llegaremos a perdonar al prójimo. Este fue el procedimiento que siguió Jesús en casa de Simón el fariseo. LUCAS 7: 36-50. Simón veía con nitidez los pecados de aquella mujer, pero estaba ciego ante sus propias faltas. Por ello, Jesús las pone al descubierto: "—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume". LUCAS 7:46-47. Es interesante observar que eran pecados de omisión: Jesús no le recrimina un mal que había cometido, sino un bien que había dejado de hacer. Y es que, para Dios, tan graves son nuestros pecados de omisión como los conscientes. La reprensión del Señor a Simón apunta a un aspecto crucial: la esencia del pecado no está en el mal que le hacemos al prójimo, sino en el bien que dejamos de hacerle a Dios: dejar de darle la honra y adoración que merece: " A pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. ROMANOS 1:21.
Por tanto, perdonar requiere, primero, arrojar luz en los oscuros rincones de nuestra conducta y descubrir la sutileza del pecado que "mora en mí": el egoísmo en nuestras motivaciones, la soberbia, el orgullo, el laberinto de nuestras pasiones, nuestro potencial violento, la vanidad y una lista larga de «obras de la carne» se ponen al descubierto cuando nos miramos en el espejo de la Palabra de Dios. Los seres humanos tenemos la vista muy fina para ver la «paja» del ojo ajeno, pero sufrimos miopía a la hora de descubrir nuestras faltas.
La incapacidad para reconocer el pecado propio es un gran obstáculo para perdonar porque lleva a la soberbia. Y una persona soberbia trata a los demás con tanta severidad como es indulgente consigo misma. Este fue el problema de Simón en particular y de los fariseos en general. Por ello Jesús, en otra ocasión tuvo que avergonzarles con aquel reto: "el que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella". JUAN 8:7. Por el contrario, reconocer nuestras faltas nos pone en una situación de humildad, nos hace sentir "pobres" delante de Dios y nos lleva a exclamar la petición del Padrenuestro "perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden" MATEO 6:12.
EXPERIMENTAR EL PERDON DE CRISTO
Es cierto que el perdón no es patrimonio exclusivo de los cristianos; pero el creyente es quien está en mejores condiciones para perdonar porque él mismo lo ha experimentado. Suplicar el perdón de Cristo y recibirlo nos obliga moralmente a perdonar: "si el Señor me ha perdonado tanto a mí, ¿cómo no voy a perdonar yo tan poco a mi prójimo?" Este efecto motivador del perdón divino actúa también por la vía del ejemplo, no sólo de la obligación moral: "De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros". COLOSENSES 3:13. ¡Qué gran privilegio y qué gran reto! Para cumplirlo contamos con el poder de su gracia. ¡APROVECHA!.
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